Perdonar es sanar. El perdón es el medio de autorrealización y crecimiento interior más poderoso que existe, ya que perdonar significa sanar.
El perdón es un camino que comienza un día con una decisión y ya no acaba. No se trata de algo que hagas una o dos veces y ya no tengas que volver a hacerlo en una temporada, como lavar el coche o mudarte de casa. Es un camino de liberación.
Porque podemos meditar o no, ser negros, blancos, españoles, argentinos judíos, te puede gustar la carne o no, puedes ser de cualquier modo y no importa, hay algo que todos tenemos en común: deseamos la paz y la libertad. Por tanto, y como es natural, la puerta del perdón está abierta para todos.
¿Aceptan el desafío de perdonar?
Jorge Lomar, facilitador y escritor sobre realización, paz y perdón, nos mostrará cómo seguir los pasos del perdón, para conseguir estar en paz con nosotros mismos y nuestro entorno.
Su mensaje es la inocencia y la libertad interior. Su enseñanza introduce a la meditación, la observación, la contemplación y la aceptación espiritual. Abre caminos a las relaciones conscientes y a la expresión del amor. El camino propuesto es el perdón no-dual.
La psicología ha logrado curar más o menos la angustia y la depresión, pero no la crítica o la amargura, que son grandes destructores del ser humano. Igual que con el resentimiento, la gente se hace daño a sí misma porque no sabe perdonar ni perdonarse. El perdón es una liberación.
El perdón es un camino espiritual, una mentalidad de paz y una forma de vida. En realidad, consiste en una práctica de unidad mental con la totalidad y con el otro. La alternativa del perdón es un puente entre mi mente conflictiva y mi mente en paz; tienes la libertad de atravesarlo, y esa decisión da comienzo al proceso del perdón. A lo largo del proceso, esta decisión se va verificando, lo que implica acceder a estados de conciencia más amplia, hasta alcanzar la experiencia de la aceptación.
¿A quién debemos perdonar?
Perdonar a una persona es un aspecto instrumental o superficial del perdón. Es un medio más que un fin. En realidad, al redefinir el perdón como sanación mental, ya queda claro que lo único que se perdona –sana– es a la propia mente, al experimentador, a uno mismo. Pero es cierto que el perdón hace un uso intensivo del entendimiento de la proyección para estimular la responsabilidad mental. Por tanto, muchas veces se habla de perdonar a alguien con quien se mantiene una relación, como un padre, un hermano, un amigo o un enemigo. No obstante, el punto de vista del perdón es que estas personas son solo representaciones de conflictos subconscientes del experimentador.
Entonces, ¿tenemos que perdonarnos a nosotros mismos?
A menudo hablamos de perdonar al propio personaje, pues la mayor parte de las veces el proceso del perdón implica deshacer la culpa que inconscientemente se proyecta contra la persona que uno cree ser.
En otras ocasiones hablamos de perdonar una situación, o perdonar un conflicto, o incluso, de perdonar el momento presente. Por eso he dicho que el uso popular de 'perdonar a alguien', en el verdadero camino del perdón, es solo una cuestión instrumental. En general, perdonamos conflictos subconscientes que afloran a la conciencia en forma de sufrimiento.
También podríamos decir que el perdón es un proceso de cambio de percepción, que te permite 'ver' –refiriéndome a 'darme cuenta' o 'sentir'– unido lo que antes uno 'veía' separado. De tal modo, el experimentador descubre que toda enfermedad es la separación que la mente percibe. Finalmente, ese es el gran perdón que constituye nuestro gran viaje: estamos perdonando la separación percibida.
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